Recientemente la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba (ONE) dio a conocer que, preliminarmente, el país recibió 4,275,558 turistas en el año 2019, lo cual representó una caída del 9.3% en relación con lo alcanzado en el año 2018. Este resultado reafirma una tendencia a la desaceleración en la actividad que comenzó a verificarse en el 2018 cuando la cantidad de turistas recibidos apenas creció un 1.2% con respecto al 2017.
Las autoridades cubanas así como diversos medios académicos se han focalizado en la disminución de los turistas norteamericanos, resultado de las medidas punitivas establecidas por la administración de Donald Trump contra Cuba, como la razón que explica la anterior tendencia. Según esos datos preliminares, la cantidad de visitantes norteamericanos sumaron 498,067, para un decrecimiento del 22% con respecto al 2018.
Es indiscutible que a partir del deshielo producido en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, bajo las administraciones de Obama y Raúl Castro respectivamente, las visitas de turistas norteamericanos a la isla se incrementaron notablemente. Si bien antes del 2014 la cifra de dichos visitantes apenas llegaba a los 100,000, ya para el 2018 contabilizaban los 638,000, convirtiendo a Estados Unidos en el segundo mercado emisor, detrás de Canadá. Un impulso similar tuvo el segmento de los cubanos emigrados, que para el mismo año reflejaron una cifra de un poco más de 600,000 visitantes, para un 66% de incremento con relación al 2014.
No obstante a lo anterior y sin obviar la importancia que representó y representa el turismo norteamericano para Cuba desde el 2015, pienso que se ha sobredimensionado la responsabilidad de ese mercado en los resultados exhibidos por la actividad recientemente. Para ponerlo en justa perspectiva: la afluencia masiva de visitantes del vecino del norte en los últimos años lo que provocó fue un mayor dinamismo en el crecimiento de los turistas recibidos, que ayudó a que Cuba llegara mucho más rápido a la cifra récord de 4.7 millones de visitantes, estimulando la percepción de que la isla podía llegar a los 5 millones para el 2019.
Hice el ejercicio de analizar el comportamiento que hubiera tenido el turismo cubano sin tomar en cuenta el crecimiento extraordinario en la cantidad de turistas norteamericanos. Asumimos que no hubo flexibilidades en los viajes a Cuba y por ende el flujo de visitantes del vecino del norte se mantuvo en la cifra de los 100,000 visitantes por año (algo superior a lo que Cuba recibía antes del 2014) y considerando los resultados obtenidos en los otros mercados (incluyendo el segmento de los emigrados cubanos). Ello dio como resultado que entre el 2015 y el 2019 la cantidad de turistas hubiera crecido a una tasa promedio anual del 5.3%, cerrando el año 2019, incluso, con un crecimiento: la cifra para ese año hubiera sido de 3,877,491 visitantes, un 4% superior al año anterior. El crecimiento promedio para el período que se obtuvo con la simulación es superior al exhibido con los datos reales de los turistas norteamericanos y que fue del 4.9% promedio anual.
La simulación nos reveló varias conclusiones: primero, la meta de los 5 millones de turistas se demoraría un poco más en alcanzarla, pero el turismo en la isla hubiera mantenido su crecimiento estable aún sin la aportación extraordinaria del mercado norteamericano; segundo, la participación de los mercados tradicionales ha continuado jugando un papel en el comportamiento del sector, a pesar de que el mercado canadiense ha frenado su dinamismo; tercero, la emergencia de otros mercados no tradicionales, como Rusia y China, han aportado al crecimiento del turismo en la isla. Hay que notar que Rusia se ha convertido en el tercer mercado emisor, superando a los demás países europeos.
Pero la conclusión más relevante de ese ejercicio es que el turismo en Cuba no debe seguir desarrollándose en función de lo que pudiera aportar el mercado norteamericano. Como ya se experimentó en los últimos 5 años, no se podrá contar con un flujo estable de turistas de Estados Unidos mientras no haya una normalización de las relaciones entre ambos países y esa posibilidad no tiene fecha de realización.
Por el contrario, la prioridad que debe asumir las autoridades cubanas en su análisis a partir de las estadísticas aportadas por la ONE es focalizar la atención en aquellos factores sobre los cuales Cuba puede tener alguna incidencia y que están lastrando el crecimiento y la eficiencia del sector. Ellos son:
1. Analizar por qué el crecimiento de los turistas canadienses se ha frenado. Entre 2019 y 2014 ha decrecido un 5%.
2. La caída del nivel de aprovechamiento de las capacidades hoteleras. Para el 2018 este aprovechamiento no llegó al 50%, pero, incluso, en los años del resurgir del mercado norteamericano, la cifra osciló entre el 50% y el 60%, mientras que el promedio en el Caribe estuvo en el 70%.
3. La disminución en el promedio de días de estancia de los turistas. Mientras que en el 2005 ese indicador reflejaba un valor de 8.7 días, en el 2018 fue de 6.6 días.
4. Caída preocupante en la cantidad de ingresos por turistas. En el 2005 fue de $1,035 USD y en el 2018 fue de $616 USD.
Dr. Gerardo González Núñez
Economista y Consultor