Cuba entra en el 2018 con muchas interrogantes sobre su futuro inmediato y dejando atrás un año de tensiones, con una economía que continúa sin mostrar signos de reverdecimiento, en medio de un entorno económico externo complejo y golpeada por el huracán Irma que provocó pérdidas superiores a los 13 billones de dólares.
Según el gobierno cubano, la economía creció un 1.6% en el 2017 (superior a los estimados de la CEPAL y diversos analistas), resultado que si bien es positivo ya que remonta la recesión del 2016, está bien lejos de los niveles de crecimiento que se necesitan para garantizar el desarrollo que, según cálculos de algunos economistas, debe ser superior al 4% anual.
De acuerdo a la misma fuente, el crecimiento del año se atribuyó a la construcción (2.8%), transporte (3%), turismo (4.4%) y agricultura (3%), lo cual ratifica el papel que han asumido los sectores de servicio en la evolución económica, en detrimento de los sectores productivos, lo cual provoca, entre otras consecuencias, la continua debilidad de los fondos exportables de bienes, una de las fuentes de ingresos en divisas que necesita el país. En el rubro de las inversiones extranjeras, por primera vez se alcanzó la meta de los 2,000 millones de dólares, pero el resultado se empañó con el anuncio de la salida de PDVSA como accionista en la empresa mixta que controlaba la refinería de Cienfuegos y la renuncia de la empresa brasileña Odebrecht al proyecto de inversión que tenía en la industrias azucarera. Como nota positiva se debe señalar el nuevo record en turistas foráneos que alcanzó el país, al llegar a la cantidad de 4.7 millones, que ratifica a Cuba como el segundo destino turístico del Caribe, solo superado por República Dominicana.
Los retos que tiene que enfrentar Cuba en el 2018 son de consideración por la magnitud de las tareas a acometer y porque los tiene que enfrentar con un entorno económico externo nada benévolo, caracterizado por una caída en los precios de las materias primas (como el níquel y el azúcar), un precio del petróleo que no acaba de colocarse a niveles deseados por una economía importadora de hidrocarburos como la cubana, por un deterioro de las relaciones con los Estados Unidos y ante la incertidumbre de seguir contando con el apoyo irrestricto de Venezuela (en particular en el sector energético) por su propia crisis económica y política.
El paso dado por Caracas al retirar a PDVSA de la empresa mixta que manejaba la refinería de Cienfuegos, es una muestra de las dificultades por las que pasa la relación entre ambos países, lo cual se suma a la disminución desde el año 2015 del intercambio comercial mutuo. Según cifras oficiales, en el 2016 el comercio cayó a 2,225 millones de dólares, después de haber superado los 8,500 millones en 2012.
Cuba necesita sostener su crecimiento con crecientes inyecciones de capitales, que no las puede obtener mediante el ahorro interno, ni a través de las exportaciones de bienes y servicios, dada las históricas deformaciones estructurales que lastra su economía, por lo que necesita más que nunca del apoyo de la inversión extranjera. El gobierno cubano ha expresado que para lograr tasas de crecimiento de más del 4% anual, se necesita una inversión mínima de $2 billones de dólares anuales.
Para que el capital foráneo decida comprometerse decisivamente con Cuba, necesita sentirse confiado de que su inversión, no solamente estará segura, sino que generará los rendimientos esperados. Por ello, requiere ver que Cuba se coloca en la senda del crecimiento estable, a un mercado doméstico que se fortalece e incrementa su poder adquisitivo, que cumpla sus compromisos contraídos y que haya certidumbre, transparencia, agilidad y menos o ninguna discrecionalidad en la aplicación de las reglas establecidas.
Teniendo lo anterior en mente, las tareas que Cuba debe ejecutar y las interrogantes que tendrá que responder a partir de este nuevo año son las siguientes:
Cambio generacional en la dirección del país: A partir de abril del 2018, Cuba estará dirigida, al más alto nivel y por primera vez en los últimos 59 años, por una generación que no luchó en la Sierra Maestra. Aparentemente, Raúl Castro cederá sus posiciones como Presidente del Consejo de Estado y de Ministro, para quedarse solo como Primer Secretario del Partido, verdadera fuente de poder en la isla. No está claro si otros dirigentes históricos saldrán también del poder y si una sola persona ocupara las jefaturas del Consejo de Estado y de Ministro o si habrá una división de poderes, lo cual sería otra novedad. Una gran interrogante que existe es si este cambio generacional en la dirección del país contribuirá a impulsar más y con celeridad la reforma económica en curso (que se paralizó en el 2017) o seguirá prevaleciendo una visión gradualista y no sistémica en las medidas para dinamizar la economía.
Toma de decisiones en las políticas públicas: El voluntarismo y la discrecionalidad han sido vectores muy utilizados por el liderazgo cubano para la ejecución de su política doméstica. Si bien pueden ser eficaces en ciertas coyunturas, no es la manera de conducir a un país estancado económicamente y con importantes retos sociales que enfrentar. Las políticas públicas deben adoptarse ajustadas a un conjunto de principios de orden básico y a un marco legal que debe respetarse. En este contexto, la ejecución de proyectos y tareas no pueden anteceder a la formulación de su correspondiente marco regulatorio, como pasó con el cambio generacional aludido. El mismo se inserta en la visión de que ningún dirigente puede estar en un cargo gubernamental por más de dos términos de 5 años cada uno y deben tener menos de 60 años para acceder a un cargo. La Ley Electoral debía haberse modificado para recoger dicha formulación y ello no se ha producido y lo mismo pasó con la apertura a las nuevas formas de propiedad y la Constitución de la República. Ambos cuerpos legales tienen que atemperarse sin dilación a las nuevas realidades del país.
Unificación monetaria: La unificación monetaria, anunciada desde el 2013, no acaba de concretarse. Pensamos que una de las razones para tal demora es la indecisión sobre la tasa de cambio que debe establecerse entre el peso cubano y las divisas extranjeras, ya que se debe buscar una que no estrangule al sistema empresarial y a la misma vez no afecte el bolsillo de la población. Es imperativo que la economía funcione con una sola moneda, lo cual garantizaría una real medición de la actividad económica y una menor descapitalización del recurso humano cubano.
Sector no estatal de la economía: El sector no estatal se encuentra atrapado en un doble discurso, donde por una parte se valora su contribución a la economía y por otra se demoniza su posibilidad de enriquecimiento, que es concomitante con las actividades privadas en el mercado. Este doble discurso se inserta en un entorno de funcionamiento del sector que no son muy propiciatorias para su expansión y desarrollo, como la carencia de un mercado mayorista, de estímulos suficientes para el despegue de las empresas en sus etapas iniciales y el no otorgamiento de la personalidad jurídica propia. La importancia de esto último fue reconocida en el VII Congreso del Partido, pero aún no se ha materializado legalmente. A pesar de todas esas dificultades, el sector no estatal ha logrado aumentar su presencia e impacto absorbiendo más del 30% de la fuerza laboral del país, según cifras oficiales. Queda por ver, como se enfocará el desarrollo de esta forma de gestión económica bajo el denominado perfeccionamiento de la misma anunciado por el gobierno cubano a finales del 2017 y que conllevó la paralización de las concesiones de nuevas licencias de trabajos por cuenta propia y de la creación de nuevas cooperativas.