Los precios del petróleo se han reducido un 35% desde junio del 2014 debido al incremento de la extracción doméstica de crudo en los Estados Unidos, en otros países y a una disminución de la demanda de importación de China y otros importantes consumidores. El escenario podría mantenerse en el futuro a partir de la decisión norteamericana de alcanzar, dentro de dos décadas, la autosuficiencia energética.
Un claro ganador de esta situación son las empresas y la población. Para las primeras representa importantes ahorros en los costos de energía en sus procesos de operación.
Dentro de la esquina de los perdedores podemos agrupar a Rusia y países exportadores de América Latina y Africa cuyas economías son altamente dependientes de los altos precios del crudo para poder garantizar sus objetivos económicos y sociales.
Perdedores también podrían ser las compañías petroleras, ya que la baja de los precios del petróleo, además de afectar sus finanzas corporativas, pudiera desestimular sus planes de expansión de las operaciones de exploración y perforación de nuevos pozos, actividad que es altamente costosa. Otra consecuencia negativa que también se puede generar es el desincentivo en la búsqueda de nuevas fuentes alternas de energía.
Otro claro perdedor es la Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEC, por sus siglas en inglés) quién ha visto disminuir su poder de controlar los precios del petróleo ante el incremento de la producción de países no afiliados a la institución, como los Estados Unidos, Canadá, Kazajastán y Brasil, entre otros.
En el mes de noviembre la producción de los Estados Unidos sobrepasó los 9 millones de barriles de crudo diarios, la cifra más alta alcanzada en los últimos 30 años.